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Crónica de una debacle anunciada

por Vito Amalfitano

La situación de Aldosivi es más que preocupante. No tanto por los resultados negativos consumados sino porque no se vislumbra la manera de transformarlos en positivos en el tramo final del Campeonato de Primera División del fútbol argentino.

La dura derrota contra Huracán, otra vez una goleada en contra de local, fue el fondo del pozo. La canción de Serrat dice que desde ahí solo cabe ir mejorando. Pero, francamente, con este Aldosivi no se percibe por dónde se puede producir la levantada.

Es que se da lo que advertimos desde el comienzo del campeonato desde este mismo espacio. Fallas de origen. El plantel que se armó, más allá de nombres particulares, no estaba en condiciones ni de pelear arriba ni de ser competitivo incluso para una disputa más modesta. Ahora se ve que hasta le faltan atributos para la lucha de abajo.

El problema ya estaba, sobretodo, en la carencia de generación de juego, de futbolistas capaces de cambiar la historia del medio hacia adelante. Y en otras funciones. Y ya desde hace tiempo venía de arrastre no solo la incapacidad de reemplazar a jugadores de la talla de Roger Martínez, Sand o Santiago Rosales, sino siquiera de garantizar la mitad de sus rendimientos con otros futbolistas o de suplantar a un par de no tanta aprobación unánime como Hernán Lamberti o Martín Rivero.

Mucho le costó a Aldosivi llegar a primera. Y muchos esfuerzos se hicieron en pos de ese objetivo histórico. Ya nos parecía una picardía, en el comienzo de este campeonato y desde antes, dilapidar el valor de esa conquista sin un sacrificio más para mantenerse con cierta tranquilidad.

Es verdad que la desorganización en AFA no daba garantías para la inversión, y que se trata de un mercado restringido, pero el hecho concreto es que este Aldosivi no afrontó el desafío de la permanencia con la mejor armadura.

Los errores serán seguramente compartidos.

De los dirigentes, en principio, por no hacer ese plus de esfuerzo en pos de un Aldosivi consolidado en primera (sobretodo a sabiendas de que se incrementarían los descensos después) y por la tremenda equivocación de creer que el reemplazo del mejor técnico posible para el equipo marplatense, Fernando Quiroz, significaría una solución que no podían aportar los jugadores en la cancha. También, por las características de la nómina de futbolistas, la elección del propio Franco era demasiado temeraria. Un técnico que pretende un fútbol abierto sin intérpretes adecuados para desarrollar esa propuesta.

También habrá culpas, en menor medida, de los cuerpos técnicos; de algunos jugadores que quedaron (no de históricos como Campodónico y Lugûercio, que “salvaron los trapos” en algunas muy difíciles) y de algunos de los que vinieron (si, por ejemplo, llega Brum para reemplazar a Lamberti sigue habiendo más interrupción que real recuperación de pelota en el medio); de la ciudad que no acompaña como debiera, en todo sentido, a su equipo representante en primera, que tanto esperamos por tenerlo…

Se confirmaron, penosamente, las consecuencias de aquellas fallas de origen. Más difícil es anticipar ahora un diagnóstico para esto que parece un callejón sin salida. Y lo peor es que ahora se requieren soluciones drásticas y urgentes, antes de por fín pensar en el largo plazo y aprender de aquellas fallas de origen.

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